Este 25 de agosto en las Escuelas Pías estuvimos de fiesta, ya que conmemoramos la vida y obra de José de Calasanz. Esto significa que los escolapios, sus seguidores, tanto tú como yo, nos sentimos agradecidos por la inspiración que este hombre de su tiempo realizó a lo largo de su vida, hace más de 400 años.
Él fue un sacerdote que se sintió llamado a atender a una población olvidada de la Roma de ese tiempo: los niños pobres. Pero lo hizo de una forma no lograda antes: mediante la educación integral de los mismos, de una manera rápida, breve y amena, capaz de transformar la vida presente y futura de aquellos destinados a la mendicidad, la vagancia y la miseria.
Se dio cuenta que si desde los más tiernos años, los niños son imbuidos en la Piedad y las Letras, se espera de ellos un futuro feliz. Quizás, puedas pensar en cuál sería la novedad que tuvo en ese tiempo. ¡Muy grande!
¿Qué sentirías de saber que no puedes salir de la desesperación, de la pobreza o de vivir sin ninguna esperanza de mejora, porque no cuentas con los medios para alejarte de esa situación vital? Justo es la pregunta que internamente se cuestionó este buen sacerdote. Sabes bien que lo más fácil sería dar catequesis ¿no? Pues Calasanz no se dejó llevar por ese impulso y decidió reunirse con otras personas que encontraran el sentido de su vida sirviendo a esos niños olvidados para abrirles su espíritu e inteligencia a una nueva realidad: la realización de sí mismos sirviendo a muchos más.
Pensó que la educación integral, desde la más tierna infancia es la sanadora de los grandes males de nuestra sociedad. Que no basta sólo con creer en Dios o con una idea de bien o bondad, sino de formar el intelecto y la interioridad para generar una nueva forma de pensar y de vivir, orientada a la libertad con responsabilidad, a la dignidad humana y no a vivir sometido a la inmediatez y a la ignorancia.
A través de una educación sistemática, abierta al amor y servicio en todo momento, el P. José procuró que sus escuelas fuesen una catapulta de humanidad, pero de una muy especial, donde el encuentro con el otro sea un espacio de desarrollo común y posibilitadora de ambientes de paz y armonía. Además, que les impulsara desde ese referente a trabajar de acuerdo a la vocación interior de cada uno de esos niños.
Para ello, era fundamental que los profesores tratasen con amor de padre a los alumnos, que fuesen lo suficientemente cercanos pero firmes para impulsarlos a dar lo mejor de sí y darse cuenta de todas sus capacidades para abrirse paso a una vida mejor que la recibida en sus familias.
Comprendió que el profesor ha de ser testigo de una vida humana realizada, en donde el amor y la formación van de la mano, sin divisiones ni quiebres. Sólo así sería posible transformar la realidad vital de los niños y mejorar por mucho su sociedad. ¿Y sabes qué? Lo logró en múltiples ocasiones, pues sus alumnos eran reconocidos por los alcaldes como los mejores artesanos, contadores y humanistas de la población. ¡Qué gran noticia esta obra que aún continúa incluyendo nuestro Centro de Estudios Cristóbal Colón!
Es por ello que el 25 de agosto, conmemoramos, es decir, hacemos nuestro el compromiso de José de Calasanz para renovar las dinámicas sociales y propiciar una mejor sociedad; una en la que nadie se sienta solo y abandonado a su suerte; una en la que nos tendamos la mano con rostro fraterno, donde cuidamos el uno del otro brindando nuestro amor y servicio a conocidos y desconocidos, que disfrutamos de la vida con responsabilidad, pensando siempre en extender esta dicha a otros muchos que se han quedado fuera, principalmente por la ceguera de la ignorancia y la necesidad.
Feliz fiesta que nos invita a ser mejores personas, educadores todos de una humanidad que brinde paz y armonía. Agradecemos a Dios la gran noticia que nos ha dado en su hijo fiel, José de Calasanz.
Jorge Campa Pérez
Coordinador de Identidad Escolapia
Agosto de 2021